ECRITS

El Premio INBA-UAM ¿Para qué?

 

Texto publicado en la Revista Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana Número 26-27 Diciembre 2009-Enero 2010

EL PREMIO INBA-UAM ¿PARA QUÉ?

I.              Frente a la embestida de las tijeras

Desde  hace varios años, la cultura ha sido vista desde el ejecutivo federal como un rubro prescindible para la sociedad del que pueden recortar presupuesto cada que hace falta. Los gobiernos neoliberales, igual del PRI que del PAN, han creado y desaparecido instituciones culturales sin explicación o lógica alguna.  Cada año se oyen voces que piden la desaparición de las escuelas de arte -como cine, danza, coreografía, teatro o pintura- porque el arte y la cultura siguen siendo percibidas como un gasto y no como una inversión y una necesidad social.

Sin embargo, este año la embestida contra la cultura ha sido particularmente agresiva.  Una propuesta de recorte de casi 30% del presupuesto y decisiones como la cancelación de toda publicidad gubernamental (incluyendo la de Conaculta) en  revistas culturales hacen pensar que la cultura es enemigo personal de Felipe Calderón.

En el terreno de la danza algunos datos ilustran la famélica situación de esta disciplina que se niega a dejar de existir: hace un par de meses el Ballet Teatro del Espacio, institución que alimentó al país durante años de bailarines y coreógrafos,  dejó de existir.  La falta de apoyo terminó por matarlos.  Desde hace más de un año el Centro de Investigación Coreográfica (CICO), una de las dos escuelas de coreografía dependientes del gobierno federal, no tiene sede y se resguarda en cuatro salones prestados por la Escuela de Iniciación Artística no. 4 que si bien permite que se desarrollen las clases, no tiene espacios para los ensayos de los alumnos del CICO.  Las compañías independientes de danza viven un cotidiano peregrinar en busca de espacios para ensayar y apoyos para sobrevivir.

Los enemigos de la cultura piden el cierre de las escuelas de coreografía argumentando la caída en la matrícula.  No entienden que la danza no es un lujo para las sociedades y que México necesita artistas tanto como se necesitan sociólogos y filósofos, físicos y químicos, pero que es necesario ofrecer condiciones y oportunidades para los jóvenes profesionistas mexicanos.

En este contexto, el papel de las instituciones autónomas de educación superior es y ha sido fundamental para apoyar aquellas disciplinas artísticas que el gobierno ha soslayado de su proyecto de nación.  La Universidad Autónoma Metropolitana cumple, desde hace 35 años, con una de sus funciones sustantivas y con un compromiso con la cultura, a través de varios proyectos entre los que se cuenta el premio de coreografía INBA-UAM que este año cumplió 30 años.

Sin embargo, la historia del Premio INBA-UAM a la creación coreográfica no ha sido fácil.  Incluso ha habido momentos críticos en los que la UAM ha estado a punto de separarse de éste.  El aniversario número 30 del Premio parece haber sido el marco en el que la UAM y el INBA vuelven a acercarse para fortalecer una alianza fundamental para la comunidad universitaria y la comunidad artística del país.

II.            Algunas reflexiones en torno al Premio

El Premio INBA-UAM fue convocado por primera vez en 1980 por la UAM, el Fondo Nacional para Actividades Sociales (FONAPAS) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) a través de Guillermo Serret y Carlos Montemayor –Jefe del departamento de actividades culturales y Director de Difusión Cultural de la UAM, respectivamente-, Guillermo Arriaga –Gerente de coordinación de convenios culturales y educativos del FONAPAS- y Patricia Aulestia –Subgerente de difusión cultural del Distrito Federal- bajo un esquema de premio único.  El primer jurado estuvo conformado por Guillermo Arriaga, Patricia Aulestia, Ana del Castillo, Carlos Montemayor y Waldeen Von Falkestein.

Sin duda se ha convertido en el evento más importante del año para la comunidad dancística, el único espacio para que coreógrafos mexicanos exhiban su obra y el parte aguas en la carrera de bailarines y coreógrafos que se consolidan a partir de este premio.

Es la fiesta donde se los intérpretes y creadores se sienten acompañados, donde se reconocen, se prueban, se divierten; es la posibilidad de bailar con teatro lleno, es la oportunidad de dialogar con el otro a través de sus obras.

A lo largo del tiempo, El Premio ha sufrido numerosos cambios en la convocatoria que responden a una falta de claridad respecto a los objetivos del mismo, a la ausencia de una política estatal respecto a la cultura, en este caso específico a la danza, y a la falta de continuidad en las iniciativas.  Por ejemplo: la primera convocatoria del premio otorgaba un premio único. Poco después se decidió premiar al primero y segundo lugar.  Más tarde, para la convocatoria quince del premio se establecieron dos categorías llamadas Senior y Junior.  La primera incluía coreógrafos cuya primera obra tuviera más de diez años de haberse estrenado ante público y la segunda para coreógrafos cuya primera obra tuviera más de tres años y menos de diez de estrenada.  Dos años después, estas categorías se renombraron como A y B.  Para el XX aniversario del premio se agregó la categoría C para coreógrafos cuya obra tuviera menos de tres años de estrenada.  Sin embargo, en el XXV aniversario se decidió regresar a un esquema de dos categorías en donde la A correspondía a coreógrafos con su primera obra estrenada hace mínimo cinco años y la B para los que tuvieran su primera obra estrenada hace máximo cinco años.  Un año después, en el 2005, se convocó  de nuevo a un premio único y desde entonces prácticamente cada año se modifica la convocatoria. 

Otro ejemplo: en 1995 se decidió llamar al Premio “Premio Continental de Danza Contemporánea” y hacerlo un premio internacional.  El primer fracaso fue ese mismo año en el que los coreógrafos extranjeros que participaron resultaron ser residentes en México y compitieron contra coreógrafos mexicanos que en la mayoría de las veces superaban ampliamente la calidad de las coreografías extranjeras.  Sin embargo, el llamado Premio Continental de Danza siguió algunos años intentando forzadamente imprimir un sello internacional al evento.

Si existiera claridad en la política cultural del gobierno y en los objetivos del Premio, estos cambios no se harían a merced de quien esté a cargo de la Coordinación Nacional de Danza.  Lo evidente es que se tiene que reflexionar y discutir en torno a una pregunta elemental: ¿para qué queremos el Premio INBA-UAM a la creación coreográfica contemporánea?  La comunidad dancística en su conjunto, así como la comunidad universitaria debemos discutir si este es un premio únicamente para artistas consolidados –como funcionó mientras no existieron categorías diferenciadas- o si, en una actitud universitaria, es un premio que debe abrir oportunidades a nuevos talentos e impulsar su consolidación –como intentó hacer la categoría C en algunas de las ediciones del Premio. Tenemos que pensar si queremos regresar a un premio internacional en el que se pretenda una exhibición de las tendencias mundiales en danza contemporánea o si vale la pena llenar de contenido un premio nacional que muestre el estado del arte de la danza contemporánea en México y genere una discusión nacional de dicha realidad.

Una de las críticas fundamentales a lo largo de la vida del Premio, es la falta de transparencia en las convocatorias y en los rubros a evaluar por parte del jurado.  Es evidente que el fallo de un jurado calificador siempre generará polémica, sin embargo, cuando se han socializado los criterios de evaluación, se reducen los problemas y se fortalece al propio jurado.   En el caso del Premio INBA-UAM, la ausencia de criterios de selección y evaluación, la ambigüedad en las convocatorias y el desacuerdo del público con los jueces han sido una constante.

La historia recordará ediciones del Premio en las que el galardonado ha tenido que recibir su premio en medio de gritos, abucheos e insultos como la edición de XXV aniversario en el 2004 en la que Rodrigo Angoitia se levantó a recibir el primer lugar entre gritos de “cebra, cebra, cebra” o la de 1998 en la que el jurado declara desiertos los segundos lugares de cada categoría generando  la ira del público que, de nuevo, gritó e insultó al jurado.  Durante la gestión como Coordinador  Nacional de Danza de Marco Antonio Silva, la ruptura con el público y la comunidad dancística fue evidente.  El Premio 2005 también pasará a la historia como uno de los más abucheados.

Y es que nombrar a un jurado compuesto por 3 jueces –solamente 3-, que muchas veces siguen activos (muchos son los casos de jueces que al siguiente año compiten como coreógrafos), que no tienen claridad respecto a los elementos a evaluar y que incluso llegan a caer en actitudes malinchistas respecto a la calidad de la danza nacional, no es la mejor fórmula para decidir el premio más importante a nivel nacional. Los coreógrafos y bailarines trabajan mucho tiempo en la preparación de sus trabajos para el Premio y se deben crear certezas sobre la transparencia del mismo.

La importancia del Premio INBA-UAM es incuestionable, sobre todo en un contexto en el que escasean los apoyos a artistas.  Un premio de cien mil pesos como el que se dio este 2009 (aunque hay que decir que hubo ocasiones que el premio era de quince mil pesos) puede hacer vivir a una compañía y permite crear a un coreógrafo.  Sin embargo, se debe romper con la mala práctica que muchos coreógrafos han adoptado de crear obra específicamente para El Premio en lugar de que El Premio impulse la continuidad del trabajo coreográfico de una compañía.

Hay que reconocer el papel fundamental que El Premio ha jugado en el desarrollo de la danza contemporánea en México pero también hay que reconocer los errores que se han cometido y trabajar para mejorarlos en cada convocatoria.

III.   El XXX Premio INBA-UAM “Premio de Premios” y los retos de la coreografía en México 

El XXX Premio INBA UAM fue exitoso.  Se venía de un festival de egos donde igual se apostaba por sátiras, por lo más ridículo, por lo más inaceptable a buscar un carácter irreverente en el discurso contemporáneo, una revolución a partir del cotidiano, pero bajo una búsqueda personal genuina. Y no es que las divas se hayan ido a dormir, ni que las improvisaciones y hechuras express no humeen el Premio.  Lo que en esta emisión trascendió es que las corrientes coreográficas están cargadas de sentido incluso cuando éste sea la banalidad. Las propuestas coreográficas comienzan a amalgamar fundiendo el concepto en el trabajo corpóreo. 

Ganó el movimiento, ganó el concepto hecho movimiento, carne en movimiento. Un jurado plenamente internacional decidió llevar a la final un abanico de propuestas elaboradas en su concepto pero claras en su línea corporal; todas arriesgadas por su estilo, todas en tránsito.

Fue un premio de coreógrafos consagrados y se quedaron fuera de la final grandes coreografías como las de José Rivera, Mauricio Nava y Lourdes Luna, todas ellas propuestas particulares con un lenguaje propio pero con un discurso pulido y un proceso ya digerido.  No había riesgo.  Incluso una de las coreografías más gustadas por el público, Chocolate, de Magdalena Brezzo quedó fuera de la final y no por falta de méritos sino por ser un lenguaje ya probado.

A la final llegaron por la categoría A: Evoé Sotelo, Benito González (con dos coreografías) y Magdalena Brezzo con su coreografía inédita. En la categoría B llegaron: Andrea Chirinos, Aldo Siles, Alejandra Ramírez y Laura Martínez Ayala.  Los elementos de evaluación del jurado fueron claros: “lo clásico sigue siendo auténtico” dijo Juan Domínguez, juez español del Premio, en un discurso en el que comparó la vigencia del grupo australiano AC/DC – que ofreció un concierto en México un par de días antes de la premiación- con la autenticidad de las propuestas coreográficas mexicanas.  Se evaluó la creación de una atmósfera en la que los recursos escénicos –iluminación, música, etc.- ya no son sólo un apoyo sino devienen en personaje volviéndose parte de la estructura que da vida a la experiencia estética.  Se premió lo simple sobre lo rebuscado, lo sutil sobre lo agresivo, lo divertido sobre lo solemne.

El premio a la mejor coreografía en la categoría A, fue para Lola de Magdalena Brezzo.  Una coreografía que evidencia la necesidad de encontrar en lo sencillo el hilo conductor,  en seducir por lo estético, en sobreponer voz al cuerpo.  En la categoría B la ganadora fue Enredos de Andrea Chirinos, una coreografía divertida que logra crear su propio universo.

El gran perdedor de la noche fue Quiatora Monorriel que aún llegando a la final con tres coreografías, no lograron el premio.  Sin embargo, Evoé Sotelo fue mencionada por el jurado y la compañía se llevó el premio a mejor música y mejor iluminación.  La coreografía Alas de Madonna de Benito González creó gran polémica entre los asistentes. Es una coreografía provocadora que logra conectar para generar una reacción, para esperar que algo suceda, para aceptar que nada pasa. Esta coreografía regresó a la agenda el debate sobre la línea divisoria entre el performance y la danza contemporánea, a volverse a preguntar qué es danza.

Si se entiende por coreografía la dirección del tiempo, espacio, ritmo y movimiento. El Premio INBA UAM es un premio a la creación coreográfica, ergo puede ser al silencio, a la quietud. Puede uno estar o no de acuerdo, se puede no disfrutarlo, sentirse rata de laboratorio, incluso incómodo, cuestionado.  Todo eso crea el arte y todo puede pasar cuando es genuino, cuando hay un proceso y búsqueda artística. Lo que no debe pasar es que los coreógrafos no se asuman, no se enteren de lo que generan, no se vinculen de alguna manera con su receptor.

IV.          Hacia el futuro

El regreso de la UAM activamente al Premio –fue significativa la presencia del Rector General, el Coordinador General de Difusión Cultural, el Director de Artes Visuales y Escénicas y el Jefe del Departamento de Artes Escénicas de la UAM en la premiación- permite imaginar muchas propuestas para fortalecerlo con la experiencia y conocimiento de una institución de excelencia académica como la UAM y su comunidad universitaria.

Es importante dejar de dividir a la comunidad artística de la académica y más bien fortalecer lazos.  Si bien la UAM no ofrece la carrera en danza contemporánea –aunque podría hacerlo próximamente en la Unidad Lerma- cuenta con investigadores de gran nivel en temas afines que  enriquecerían la formación de los participantes en El Premio.  Si bien la XXX edición del Premio intentó ya complementar la exhibición coreográfica con talleres y conferencias, la participación de académicos de la UAM en este tipo de actividades puede resultar en una exitosa fórmula. El acompañamiento de la comunidad académica con talleres sobre el cuerpo, técnicas somáticas, elaboración y redacción de proyectos, gestión cultural, etcétera, podría exponenciar las capacidades de los creadores y bailarines mejorando no sólo las siguientes ediciones del Premio, sino la danza contemporánea en el país.

Para mitigar la terrible falta de espacios donde montar y ensayar las coreografías para El Premio, la alianza con la UAM podría incluso ofrecer espacios para la preparación y posteriormente para la presentación de las coreografías en espacios alternos.

Llevar danza a los universitarios puede enriquecer a la comunidad dancística que muchas veces se convierte en endogámica.  Vincularse con la comunidad universitaria –con la cual comparte los embates económicos y gubernamentales- puede generar diversas propuestas, abrir otros espacios, formar nuevos públicos, fortalecer y estabilizar las condiciones para la creación coreográfica.

Es cierto que El Premio es un buen foro para probar una obra para experimentar, pero va más allá de tener casa llena como piedra angular.  La creación de un “Premio del Público” puede ayudar a medir el impacto de las coreografías en el auditorio, a registrar tendencias y perspectivas, y a retroalimentar al coreógrafo.  Todas estas virtudes pueden incrementarse sustancialmente si pensamos en la posibilidad de tener un nuevo público universitario que sitúe la realidad de las coreografías.

Todo esto es posible si se comienza con las condiciones elementales para el correcto desarrollo de un premio como la elaboración de una convocatoria clara y precisa, la transparencia de los elementos de evaluación y el fortalecimiento de un jurado reconocido y objetivo.

La danza no es sólo un espectáculo, el Premio no es sólo una fiesta, y el entusiasmo de un público durante una semana no llevará a ningún lado a la danza nacional.  La propuesta de fondo es que se le de su lugar en la sociedad, que la manifestación artística se vuelva necesidad porque para un niño es tan importante bailar como hablar que la educación y formas sociales no repriman o frustren el aprendizaje del lenguaje corporal, porque el gozo de un festival debe llevarse a una participación constante que permita el desarrollo sí de coreógrafos y también de espectadores.

Porque la sorpresa, el riesgo, la innovación, el proceso son tan valiosos como la claridad, la sutileza, la sencillez (que no el simplismo), pero la potencia y alcance de impregnar públicos, de salpicar al espectador, de encontrar un lenguaje propio no puede quedarse en la prueba y error, la experimentación aunada a una investigación debe permear el contexto nacional.

Porque la búsqueda por el poder y la belleza en medio de la multitud de manifestaciones corporales queda rebasada, porque vale brillar con luz propia, encenderse con una chispa genuina y no con flamas que regresen eternamente a la esfera deslumbrante, a la zona de comodidad.  En este premio los coreógrafos han decidido jugársela, su pasión y sus ganas de encontrar su propio lenguaje logran danzar más allá de egos y controversias.  Si el Premio INBA-UAM es el termómetro que mide la salud de la creación coreográfica contemporánea de México debemos afirmar que hay mucho espacio para hacer ruido.

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